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SOCIEDAD Y EDUCACIÓN: LA EDUCACIÓN COMO FENÓMENO SOCIAL

Cita APA:

Guzmán Munita, M. (2011). Sociedad y Educación: La educación como fenómeno social. Foro educacional, pp.109-120.

Palabras claves: pedagogía social, sistema educativo, discurso pedagógico, sociedad.

Resumen:

La educación, como uno de los ejes esenciales de la sociedad, es fundamental para contribuir que los sujetos se desarrollen e integren plenamente en el contexto en que viven. En este escenario, los profesores son los principales agentes formativos que preparan a los sujetos para la vida comunicativa, al encargarse durante toda la escolaridad de la formación integral de sus miembros. Así, afianzan actitudes y conductas democráticas, en equilibrio con la adquisición de conocimientos que equipe al conjunto, para afrontar la vida en libertad, equidad y responsabilidad social, con conciencia crítica, de manera de conformar a un individuo creativo, pleno, útil y comprometido, con conciencia de sí mismo y de su entorno.

Conclusiones:

Hemos apreciado de qué manera educación debiera ser una fuente de igualdad social, máxime si –como se ha expuesto– la estabilidad social y la innovación no son conceptos incompatibles, sino complementarios.

Se ha visto que la socialización es un proceso de desarrollo que empieza en la familia, pero que es papel de la educación formal incrementar, en democracia e igualdad de condiciones, donde se prepare al sujeto para aprender durante toda la vida. Por tanto, se concibe como un proceso que construye y perfecciona la personalidad del ser humano.

Al hombre le asiste la responsabilidad de humanizar su medio, y la conciencia de esto y el conocimiento para lograrlo, lo desarrolla la educación. Desde una perspectiva de profunda transformación, el paradigma socio-crítico provee del marco que permite dimensionar cómo la educación pule y perfecciona al sujeto como homus pensante, a fin de forjar una sociedad que promueva la apertura, acepte la diversidad, sea inclusiva con las minorías y esté preparada para el trepidante cambio que la tecnología y la vorágine de información le imponen al sujeto del siglo XXI (Castells, 2002).

En esta línea, la divergencia de opiniones, la discusión, la negociación así como la búsqueda y construcción de consensos, debieran ser procesos permanentes de la vida de aula. Para su consecución, la autonomía que posee el profesor para adoptar y adaptar diversas estrategias que permitan desarrollar en el educando el espíritu crítico con el que cuestione su realidad, a fin de mejorarla, comprometen la eficiencia de la anhelada transformación, como tal, base de todo proceso educativo.

Por lo tanto, las acciones de los agentes educativos debieran encaminarse a analizar el discurso pedagógico a través del cual se articula el apoyo que brindan, para lograr que cada sujeto pueda beneficiarse de una instrucción de excelencia, en equilibrio con los aspectos valóricos involucrados en una real formación integral. Esto demanda potenciar el conjunto de habilidades que estimulan el perfeccionamiento social y personal del individuo, en el marco de los requerimientos que impone la era de la información y el conocimiento (Pérez Gómez, en García Peña 1994).

El trepidante escenario educativo actual, vuelve vital el rol del profesor en la tarea de acompañar, estimular y orientar el proceso educativo, en consecuencia con el desarrollo de las cualidades humanas que hagan de cada integrante de la sociedad, un ser humano preparado para la vida comunitaria, en que el diálogo y la búsqueda de consensos sean el modus vivendi. De esta manera, la responsabilidad social de las instituciones educativas no admite dilaciones en su tarea de desarrollar una conciencia crítica, de manera de conformar a un individuo creativo, pleno, útil y comprometido, con conciencia de sí mismo y de su entorno, apto para co-construir y transformar la sociedad.

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